La guitarra flamenca de Yerai Cortés: un impostor convincente (***)

<p>Ante los impostores hay que tener cuidado. Puede que tengan razón. Puede que su impostura no sea nada más que una de las muchas maneras que tiene lo cierto de manifestarse. Aunque sea mentira. Borges lo contaba en ‘<i>El impostor inverosímil Tom Castro’.</i> Muy resumido, se trata de la historia de un hombre que se hace pasar por un muerto ante la madre desconsolada de este último. Todo es mentira, pero la progenitora quiere (necesita incluso) que sea verdad. Y en su agonía acierta a reconocer a su queridísimo vástago en cada uno de los recuerdos completamente inventados del extraño. No es solo una relación falsa impulsada y justificada por el interés y por el alivio de un dolor demasiado grande, también lo es de reconocimiento. <strong>Y en este último sentimiento reside, siempre lo hará, la verdad.</strong></p>

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 C. Tangana (Antón Álvarez) se estrena en el documental con gusto, talento y sentido de la desmedida. Nada que ver con el pretencioso tostón de ‘Esa ambición desmedida’  

Ante los impostores hay que tener cuidado. Puede que tengan razón. Puede que su impostura no sea nada más que una de las muchas maneras que tiene lo cierto de manifestarse. Aunque sea mentira. Borges lo contaba en ‘El impostor inverosímil Tom Castro’. Muy resumido, se trata de la historia de un hombre que se hace pasar por un muerto ante la madre desconsolada de este último. Todo es mentira, pero la progenitora quiere (necesita incluso) que sea verdad. Y en su agonía acierta a reconocer a su queridísimo vástago en cada uno de los recuerdos completamente inventados del extraño. No es solo una relación falsa impulsada y justificada por el interés y por el alivio de un dolor demasiado grande, también lo es de reconocimiento. Y en este último sentimiento reside, siempre lo hará, la verdad.

Es complicado discernir al personaje público y famosísimo por su música que un día tiene el capricho de ser cineasta de simplemente el creador con talento. En ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ se dan los dos: el impostor que exprime el ‘passepartout‘ que le facilita el ser de sobra conocido y con más ‘fans‘ que vergüenza, y el verdadero artista que un buen día decide contar una historia relevante y cierta con una cámara en la mano. C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, relata la historia de su colega Yerai Cortés. Es una historia de secretos familiares y de puro talento, de tradiciones viejas y modales nuevos, de mucha pasión y algo de gracia, tragedia y comedia bufa a la vez. Pero siempre honda y, por ello, cierta. Digamos que gana el talento.

Los precedentes no eran buenos. La vez anterior que vimos a C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, en un documental fue en un desparrame aburrido y eterno de más de lo mismo cada segundo. ‘Esa ambición desmedida’ era algo así como un ‘ego trip’ publicitado hasta el agotamiento y redundante hasta la exasperación que lo único que tenía de desmedido era el cansancio. Bien es cierto que él (C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez) no era el director. Ahí se limitaba a ser el producto (ni siquiera protagonista). Es decir, él era la colonia en venta.

Ahora la responsabilidad cambia de bando. C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, es el director. Y para que no quede duda así lo hace saber ante la cámara apenas arranca la película. Se hubiera agradecido que hubiera masticado bien el churro que se come en ese momento antes de arrancar a hablar, pero no lo hace y eso, tal vez, da más credibilidad a la escena (y probablemente también al churro). Lo que sigue sorprende y gusta. El impostor inverosímil C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, acierta a contarnos una historia que se rompe y se recompone, emociona e invita a la reflexión. Y lo hace siempre pendiente de cómo la realidad se reordena delante del objetivo de la cámara hasta lograr que en sobre la pantalla convivan a la vez el más profundo de los dramas y la más disparatada de las farsas. Para el recuerdo —cada uno a un lado de la tragicomedia de la vida— el padre (pura comedia) y la madre (tragedia pura) de Cortés. Y junto a ellos, los dos golpes más divertidos que se han visto en el cine recientemente: el del diésel y el de la propuesta de negocio de otra vez el padre con el propio C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, como víctima.

Y luego está la otra parte, la más difícil de justificar o simplemente entender, la parte del impostor. El exceso de protagonismo del director hace que, por momentos, no quede claro de qué o quién estamos hablando. C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, arrastra consigo demasiado para creer que su presencia en plano pueda ser inocente. No, su comparecencia es imaginamos buen recurso de marketing, pero hace que el relato pierda el foco. Sí, se entiende el juego irónico de jugar con su propia imagen, pero no haría falta tanta insistencia. Todo ello por no hablar del exceso de comidas por todos los restaurantes del Tripadvisor a los que somete al espectador ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’. Y luego está el asunto completamente fuera de lugar de los cohetes. Es raro que, contra el tono tan cabal y hondo de la película, el director se dejé arrastrar de golpe a modo de cierre por un lirismo tan pedestre a cuenta, atentos, de Elon Musk. Definitivamente, lo de los cohetes es un bajonazo de duende.

Sea como sea, C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez, se estrena en el cine con gusto, talento y sentido de la desmedida. Un convincente impostor.

Dirección: C. Tangana, también conocido como Antón Álvarez. Música: Yerai Cortés. Duración: 91. Nacionalidad: España.

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